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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Dichos de Luder, Julio Ramón Ribeyro



Dichos de Luder; Julio Ramón Ribeyro; Jaime Campodónico/Editor, marzo de 1992; Perú.

Este libro es inclasificable. No recuerdo de otro escritor que haya publicado algo similar. Ribeyro se esforzaba por realizar aquello que en el medio peruano nadie o casi nadie se atrevía: publicar libros con dichos, prosas, teatro, diario, además de ensayos, y sus pocas novelas, siendo el cuento el género por el que más es reconocido.

Los cien dictados que aparecen en esta delgada y pequeña obra son máximas que quizá alguna vez Ribeyro mencionó, o escuchó decir de otras personas, y las presenta adjudicándoselas a aquel Luder del título: un escritor peruano radicado en Paris, que publica sus libros en editoriales menores y desconocidas, quien acostumbra en sus tertulias beber vino tinto y burdeos –“sobre esto Luder era inflexible”-, quien parece cultivar con esmero ese sarcasmo e ironía presente en cada una de las frases; Luder, el otro yo de Julio Ramón Ribeyro.


Le preguntan a Luder por que no escribe novelas.
- Porque soy un corredor de distancias cortas. Si corro el maratón me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido.

(Tercera frase de la pág. 12)



- Una cualidad que te envidiamos es haber logrado siempre evitar las discusiones - le dicen a Luder.
- No veo por qué. Entrar en una discusión es admitir por anticipado que tu contrincante puede tener la razón.

(Primera frase de la pág. 14)




- Soy como un jugador de tercera división -se queja Luder- . Mis mejores goles los metí en una cancha polvorienta de los suburbios, ante cuatro hinchas borrachos que no se acuerdan de nada.

(Segunda frase de la pág.21)






Estos dichos son breves, los encontramos de a tres por cada página, y sólo en la última encontramos cuatro. Cada frase versa sobre diversos temas, siempre de categórico final. A través de Luder podemos conocer un poco más a Ribeyro, al ilustre hincha del Universitario de Deportes limeño. Cuentan quienes tuvieron la dicha de conocerlo que era dueño de un fino sentido del humor, y quizá frases como las publicadas en esta obra hayan sido parte de su cotidiano, respuestas dirigidas a amigos o alumnos que iban a visitarlo para conversar, mientras bebían vino.


La pintura de la carátula pertenece al pintor peruano Herman Braun-Vega.


- ¿A qué te dedicas ahora? -le preguntan a Luder-.
- Estoy inventando una nueva lengua.
- ¿Puedes darnos algunos ejemplos?
- Sí: dolor, soñar, libre, amistad...
- ¡Pero esas palabras ya existen!
- Claro, pero ustedes ignoran su significado.

(Tercera frase de la pág. 16)



Cuando alguien empieza a decirme “Te voy a ser franco…” los pelos se me ponen de punta –dice Luder-. Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad brutal. Con lo agradable que es vivir en un agradable engaño.

(Segunda frase de la pág. 34)




Le preguntan por qué se emborracha esporádicamente en tabernas mal afamadas.
Por precaución –dice Luder-. Sucede que a veces me despierto con la vaga satisfacción de estar llegando a ser una persona respetable.

(Tercera frase de la pág.35)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

no soy especialista pero el hombre es un genio de las palabras me encanta su manera ingeniosa de narra

creoque sere el unico que comente

Manolo Malpartida dijo...

Hola anónimo,

tampoco lo soy, simplemente un lector.

Ribeyro era todo un maestro.

Gracias por la visita.
Siempre bienvenido.

Guely of Sweden dijo...

Ribeyro es como un amigo! yo tuve el gusto de verlo durante un par de conferencias el 84. atesoro su autografo con mucho recuerdo y cariño.

Manolo Malpartida dijo...

Pues tienes una joya.

Sí, algunos escritores y artistas en general (cantantes o bandas, inclusive) llegamos a considerarlos como de la familia, como si los conociéramos de años, nos referimos a ellos como si hubiéramos crecido juntos, y esto último no estaría tan errado: muchos hemos crecido con las obras de Arguedas, Ribeyro, Bryce Echenique, Vargas Llosa.

Guely of Sweden dijo...

A mi me pasa incluso con algunos actores de cine pero de hecho con ciertos escritores existe una cierta imaginaria intimidad por lo de sus libros y la profundidad a que se tiene acceso a traves de ellos. Una amistad unilateral, digamos, termino con el que nuestro buen ribeyro estaba en desacuerdo.