Título original : Terra Sonâmbula
Año de publicación : 1992
Año de la presente edición : 2012
El segundo motivo que encendió mi interés por la literatura africana –el primero fue leer algo de Alberto Mussa, escritor brasileño que cultiva con ahínco este interés en sus obras- es ver varios libros de Mia Couto (Beira, 1955) en los estantes curitibanos. Son tantos que tenía el temor de que él fuese una especie de Paulo Coelho mozambiqueño; ignorancia grande la mía, pero tras tener esta sensación me atreví a sacar del estante y leer la primera página de éste libro, y tras la enorme sorpresa -que cayó como un baldazo de agua fría- comencé a sacar más y más libros de él realizando la misma práctica, comprobando estupefacto que más, mucho más cerca está de García Márquez que de aquel al que por estos lares es llamado de “O mago”.
Es cierto que esto no es una carrera de caballos así que las comparaciones no deberían darse pero tras leer algo de este libro en la misma librería antes de adquirirlo inevitablemente me hizo recordar al célebre maestro colombiano.
El autor nos presenta inicialmente al joven Muidinga y al viejo Tahuir quienes en su camino y al refugiarse en un ómnibus quemado encuentran en su interior, además de un cadáver, una maleta con un cuaderno intacto escrito por un tal Kindzu, así, los capítulos y las historias se alternarán y mientras en los capítulos impares –por así decirlo- conocemos el duro transitar de los dos primeros en una Mozambique actual -década de los 90’s-, llena de conflictos, en los capítulos pares conocemos a través de la lectura de este cuaderno por parte de Muidinga la historia de Kindzu, en busca de los Naparamas, guerreros místicos y ancestrales, más fantástica pero no menos difícil para el personaje principal de aquella historia.
Mientras el ómnibus les ofrece una guarida física, la historia les servirá para viajar a otro tiempo, tan difícil como el que viven pero que los hará olvidarse aunque sea por momentos de su triste realidad, sembrando en ambos a través del bicho por la lectura aquello esencial en todos, la esperanza.
Ya tuve la suerte de comprobar cuán lindo puede ser el idioma portugués –ni tanto el del cotidiano- en los libros de Machado De Assis, de Clarice Lispector, de Campos de Carvalho, igual, ahora, además de las historias tan bien desarrolladas e indefectiblemente concatenadas otro gran atractivo de esta obra es el bello idioma que Mia Couto maneja y ofrece –el portugués es el idioma oficial en Mozambique-, salpicado de palabras obscuras, términos regionales y/o nativos –se respetó la grafía original para esta edición brasileña, insertándose un glosario en las páginas finales- imprimiendo un aura mágico y de ensueño, aunque muchas veces lo que se encuentre en la narración sean situaciones crudas y muy difíciles de vivir.
Esta obra ganó en 1995 el Prêmio Nacional de Ficção da Associação dos Escritores Moçambicanos y está considerado entre los doce mejores libros de la literatura africana del siglo XX.
Couto sabe mezclar realidad y ficción llegando a confundir en muchos momentos si se está ante un afiebrado ejercicio de realismo mágico o la pura y cruda realidad en que sus personajes transitan. El año comienza bien, conociendo un autor que parece ser fundamental no sólo en la literatura africana, sino mundial.
Es cierto que esto no es una carrera de caballos así que las comparaciones no deberían darse pero tras leer algo de este libro en la misma librería antes de adquirirlo inevitablemente me hizo recordar al célebre maestro colombiano.
El autor nos presenta inicialmente al joven Muidinga y al viejo Tahuir quienes en su camino y al refugiarse en un ómnibus quemado encuentran en su interior, además de un cadáver, una maleta con un cuaderno intacto escrito por un tal Kindzu, así, los capítulos y las historias se alternarán y mientras en los capítulos impares –por así decirlo- conocemos el duro transitar de los dos primeros en una Mozambique actual -década de los 90’s-, llena de conflictos, en los capítulos pares conocemos a través de la lectura de este cuaderno por parte de Muidinga la historia de Kindzu, en busca de los Naparamas, guerreros místicos y ancestrales, más fantástica pero no menos difícil para el personaje principal de aquella historia.
Mientras el ómnibus les ofrece una guarida física, la historia les servirá para viajar a otro tiempo, tan difícil como el que viven pero que los hará olvidarse aunque sea por momentos de su triste realidad, sembrando en ambos a través del bicho por la lectura aquello esencial en todos, la esperanza.
Ya tuve la suerte de comprobar cuán lindo puede ser el idioma portugués –ni tanto el del cotidiano- en los libros de Machado De Assis, de Clarice Lispector, de Campos de Carvalho, igual, ahora, además de las historias tan bien desarrolladas e indefectiblemente concatenadas otro gran atractivo de esta obra es el bello idioma que Mia Couto maneja y ofrece –el portugués es el idioma oficial en Mozambique-, salpicado de palabras obscuras, términos regionales y/o nativos –se respetó la grafía original para esta edición brasileña, insertándose un glosario en las páginas finales- imprimiendo un aura mágico y de ensueño, aunque muchas veces lo que se encuentre en la narración sean situaciones crudas y muy difíciles de vivir.
Esta obra ganó en 1995 el Prêmio Nacional de Ficção da Associação dos Escritores Moçambicanos y está considerado entre los doce mejores libros de la literatura africana del siglo XX.
Couto sabe mezclar realidad y ficción llegando a confundir en muchos momentos si se está ante un afiebrado ejercicio de realismo mágico o la pura y cruda realidad en que sus personajes transitan. El año comienza bien, conociendo un autor que parece ser fundamental no sólo en la literatura africana, sino mundial.
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