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viernes, 30 de agosto de 2013

Bebel, que a cidade comeu, Ignácio de Loyola Brandão


Editora Brasiliense, 1968 


Me deparo con este título y portada sugestiva con que cuenta la primera novela de Ignácio de Loyola Brandão, y pienso ipso-facto que en este voluminoso libro encontraré puterío al doquier, pero tras avanzar por el primer largo capítulo –el más difícil, a pesar del puterío- percibo que no es del todo así.

En éste primer capítulo conocemos a Bebel, la linda joven de barrio que sueña con ser una actriz famosa no sólo en Brasil sino en Hollywood, y que hará prácticamente de todo con las personas correctas para alcanzar su objetivo aprovechando al máximo su belleza física, al grado de agarrarle el gusto por el sexo furtivo con quien le venga en gana, y por supuesto con sus amigos, entre los cuales se destacan Marcelo y Bernardo, comenzando así una vida liberal y libertina, donde no hay cupo para sentimiento alguno.

Marcelo es un aprendiz de revolucionario, enamorado por las acciones del Che Guevara, y loco por mudarse a Cuba, que ve como modelo a seguir. Bernardo, más parsimonioso, un joven periodista, anhela escribir un libro - probablemente el alter ego de De Loyola Brandão-, llegará a trabajar como reportero en un diario paulista. Ambos compartirán la amistad de Bebel, y algo más cuando a ella le entren ganas de alguno de ellos. A este trío se les sumará Renato, también llamado de Renatão (Renatón), reaccionario las 24 horas, quien pareciera despertar cada día con la furia suficiente para salir a quebrar a los burgueses, la sociedad y sus reglas; tendrá su oportunidad de descargar toda su rabia cuando, tratando de huir, se cruce en su camino un diputado federal quien había atropellado a un joven, siendo capturado, torturado, humillado y masacrado por Renato y parte de su grupo, en unos capítulos donde la violencia extrema rinden muy buenas páginas; y también estará Dina, pintora, bohemia, coquetea con el bisexualismo, y Bebel siempre estará lista a satisfacer su curiosidad, ella los acompañará en muchas de sus salidas y enredos a los que se meten hacia el final de la novela.






Imagen capturada de un trecho de la entrevista con Jô Soares. De Loyola Brandão aparece como actor de una escena de la película "O santo milagroso" de Carlos Coimbra.


Si bien encuentro el puterío esperado en el primer extenso capítulo ya en los otros está muy claro que el tema principal del libro no es ése, pareciera más bien la ascensión –con el sudor de sus nalgas-, fama, y posterior caída con la lenta degradación del ser humano que parece ser una analogía del Brasil de aquel tiempo, los primeros años de la década del ’60, época donde comenzó la feroz y larga dictadura en éste país. 

Publicada en 1968 –en plena dictadura- quién sabe si el autor no esperaba ya una posible censura y se inventó una historia –con portada y contra portada evidentes- que disimulara el verdadero meollo, la burla y crítica no sólo de los que se hicieron del poder por la fuerza sino también a los políticos elegidos en democracia, pues cuando gozaban de ella mucha gente pensaba que sólo una dictadura pondría orden a tanta corrupción de los que habían sido elegidos por el pueblo, y este hecho tiene la particularidad de ser muy actual pues algo similar ocurre nuevamente desde hace unos años por aquí: es común escuchar gente joven decir que sólo una dictadura acabaría con tanta corrupción, o sea que 50 años después Brasil sufre de lo mismo, siendo quizá la única diferencia que ahora hay cómo mantener la economía estable.

De todos los personajes que De Loyola Brandão nos presenta encuentro más interesantes a la del título, Bebel, quien llega a hacerse de un lugar en la televisión como vedette, bailando, sonriendo y claro, mostrando el cuerpo, siendo común y frecuente su presencia en todo programa y publicidad televisiva y gráfica, pero ella quería más, quería ser actriz, y cuando llega a formar parte de una compañía teatral verá cómo su fama y popularidad de la que tanto se jactaba se le irá de a pocos, casi sin percatarse, hasta llegar a ser solamente un vago recuerdo en la memoria de la gente, eso sumado a las trasnochadas, el alcohol, algo de droga, se verá perdida en una inmensa soledad, sin poder visualizar futuro alguno; la ahora espectro de símbolo sexual será solamente otra criatura solitaria en un mundo al que nada importaba. Renato, con la violencia a flor de piel, errando el camino y eclipsando cualquier perspectiva, queriendo dárselas de justiciero acabará convirtiéndose en uno igual a los que tanto odia. Marcelo, quizá animado y aún efusivo, con los ideales efervescentes por la visita de Jean Paul Sartre y Simone de Beauoviur a Araraquara (São Paulo) acaba siendo el más fiel a sus ideales aunque estos los lleven a un trágico final. La correspondencia que manda desde la prisión, aunque breve y concisa me parece exquisita, transpiran toda su fe, sus ganas, su resentimiento, su desespero, su melancolía, y finalmente su resignación.

El título juega con el doble sentido aquel: sí, muchos tipos pasaron por ella, pero el verdadero significado hace referencia a cómo fue deglutida por la industria, como sus compañeros y todos sus compatriotas por la nueva sociedad instaurada, donde la pérdida de la identidad, la incomprensión, la dificultad de comunicarse entre ellos comenzaba a ser el cotidiano.

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