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martes, 14 de julio de 2015

El lago, Yasunari Kawabata




Título original : みずうみ Mizuumi

Año de publicación : 1954

Año de la presente edición : 1976

Editora : Plaza & Janés Editores

Traducción : Antonio Bigu Del Blanco.



La historia inicia con una persecución, acto que se convirtió en una constante en la vida del pacato profesor Gimpei Momoi, y con este transcurrir el autor, Yasunari Kawabata sorprende, pues la trama se torna muy vertiginosa, fluye desde el inicio con una velocidad que parecemos estar huyendo junto con Momoi, a procura por un lugar seguro. Él cultiva una obscura obsesión, el perseguir jóvenes mujeres de diferente estilo; no tiene bandera, y al final pareciera él mismo preguntarse del porqué de aquella manía.

Kawabata desnuda ante nosotros a Momoi de su propia vergüenza, no sólo por poseer aquella incontrolable debilidad, sino también del reparo que él hace hacia su propia fealdad, centrada como un fetiche en sus enormes e incongruentes pies, en una particular escena donde Miyako, una masajista, y futura víctima de Momoi, lo baña y acicala con un ritmo pausado, de cuidadosos movimientos, a manera de ritual, porque en Japón los masajes lo son: una persona deja afuera no sólo sus ropas sino su jerarquía, para que su cuerpo sea cuidado con el mayor respeto posible como en un recinto sagrado. Los detalles de las sesiones de masajes son al máximo posible transmitiendo perfectamente todo este ritual donde un obrero o hasta un pervertido, como el caso de nuestro personaje principal, es tratado de la misma forma que un profesor o un alto ejecutivo. Aquí el ritmo en la obra es pausado, detallista. Los silencios son tan contundentes que podemos escucharlos.

Esta cadencia en la trama contrasta con lo frenético que se convierten las persecuciones y huidas recordadas por las diversas mujeres que van llegando a la vida de Momoi, esto, sumado a lo introspectivo cuando él intenta encontrarle algún sentido a su obsesión, en aquellos dolorosos momentos donde el sentimiento de culpa le cae con dureza -aunque no le impida nuevamente acometer rápidamente otro acto de la misma índole-, torna esta novela muy atractiva, hasta diría que fuera de los padrones de un escritor japonés, más aun de obras clásicas, menos contemporáneas, donde generalmente lo pausado y lo elegante van de la mano. Aquí Kawabata no deja de lado esa característica sino que le suma un ritmo que, como en una vorágine, envuelve desde el principio. 


Hiroito saludando a Kawabata


1954 fue un año muy productivo para Kawabata, publicó tres libros: “El sonido de la montaña” y “El maestro de go”, además del presente título. Me encantaría poder tener conmigo aquellas dos obras para saber si esa extraña productividad no mermó la calidad de su escrita –aunque sospecho que no fue así-.

Uno de los personajes, la masajista Miyako, me deja “El diablo en el cuerpo” de Raymond Radiguet, al que hace referencia al recordar un pasaje: son estas “migajas de pan” dejadas en el camino que me encantan encontrar, ya sea en una canción, o en un libro como el de ahora. Tendré que estar atento por si se me cruza en el camino aquella obra del hasta ahora desconocido –por mí, por supuesto- escritor francés.

La presente obra –como varias de Kawabata- fue reditada en castellano por Emecé Editores, con traducción directo del japonés. Esta antigua edición de Plaza & Janés está descontinuada y me parece que es una traducción de su versión en inglés. Aunque esto no haya impedido el disfrute de una obra del Premio Nobel japonés, yo me haría de la nueva edición de Emecé también, y poder comparar ambas; lo mejor, en tal caso, es que no falten ediciones. 

Kawabata nos invita a Tokio pós-guerra, a ingresar a las vidas de mujeres tan distintas entre sí pero que guardan en común una realidad donde la inocencia parece ausente, y, sobre todo, al complejo mundo de una persona aparentemente tan mansa pero que en realidad alberga a un individuo tan diferente que convive con él, que llega a atemorizar hasta a él mismo. Fondo y forma, de esto hace gala el Nobel nipón. Bienvenidos al mundo del maestro Yasunari Kawabata. 

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