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sábado, 27 de abril de 2013

Tarapacá Brut


Viña Tarapacá 

Tarapacá Brut Sparkling Wine

50% Chardonnay – 35% Pinot Noir – 15% Sauvignon Blanc

13% Grad. Alc.

Valle de Casablanca, Chile.


Nos deparamos con dos espumantes chilenos de marcas clásicas en esta ciudad, éste es el primero.

Este espumante de la Viña Tarapacá elaborado con el método charmat sorprende con su intenso aroma desde el descorche.

De un amarillo pajizo muy claro, forma burbujas pequeñas y abundantes de mediana persistencia. En nariz, cuenta con un fuerte e intenso olor a manzanas verdes que llega a perfumar todo el ambiente del comedor: gran experiencia. En boca, se refrendan las manzanas verdes, de buena acidez y rico amargor que recuerda al polvillo que hay sobre el pan; es voluminoso, de una corpulencia de mediana a más, de final también de mediano a más, dejando sentir las levaduras. 

Es muy fresco, y aunque el disfrute al beberlo haya sido muy grato lo primero a recordar de este ejemplar será ese perfume que pide salir tras el descorche, como un genio de alguna botella centenaria. 

domingo, 21 de abril de 2013

Caliterra Syrah Rosé Reserva 2011




Viña Caliterra 

Caliterra Syrah Rosé Reserva 2011

Syrah 85%, Cabernet Sauvignon 15%

13% Grad. Alc.

Valle de Colchagua, Chile.


En busca de vinos rosados de añadas no tan lejanas (2011 ó 2012 no más) nos deparamos con éste ejemplar chileno de la Viña Caliterra de la cual ya hemos probado el chardonnay de esta misma línea. Aunque en la etiqueta frontal aparezca como varietal de syrah en realidad tiene un corte con cabernet sauvignon.

A la vista, es de un rojo no tan vivo, más tirado a lo obscuro, forma lágrimas pequeñas, denota algo menos que mediana corpulencia. En nariz, fresas, aunque no es una sensación marcante mas sí duradera. En boca, de una densidad algo más que leve sin llegar a considerarla como mediana, está lejos de percibirse aguado; aquí además de fresas C le encuentra algo de cerezas sensación más notoria en la tercera y cuarta copa; tiene una acidez más notoria; de final mediano. 


Sabemos que no se puede comparar éste vino con aquel Finca La Linda Malbec Rosé por varios motivos: desde cepas hasta terruños diferentes, pero creemos que sí las experiencias: con éste syrah rosé la experiencia resultó más satisfactoria por ese punto de acidez más notorio aquí. Armonizó bien con un pavo relleno horneado y guarnición de arroz y papas.

jueves, 18 de abril de 2013

Historia secreta de una novela, Mario Vargas Llosa


Tusquets Editores, 1971
Cuadernos Marginales, libro 21


A inicio de los años setentas Tusquets editó –y con letras verdes, a modo de homenaje- la conferencia que Mario Vargas Llosa dictó en Washington State University el 11 de diciembre de 1968. Aquí podemos conocer todas las dificultades que el autor tuvo y la dura rutina que se impuso para escribir “La casa verde”, ingresando a los resquicios de su memoria para traer sus recuerdos de infancia en Piura, y también su viaje-aventura a la selva como parte de un grupo de investigación, confesándonos que aquella novela es producto de puro sudor y poca o nula inspiración. Transmite perfectamente su emoción al recordar a Esther Chuwick, a quien convertiría en su “Bonifacia”; a Jum, salvajemente torturado y “las razones” de este castigo tanto a él como al poblado de Urakusa; saber a través de comentarios y chismes que incrementaban la leyenda acerca del cruel Tushía, quien sería su “Fushía”; a su profesor de religión, el padre García, quien “castigaba” a sus alumnos haciéndoles traer estampillas las cuales coleccionaba con fervor; cómo entró de la mano de un amigo a la Mangachería pudiendo conocer un mundo aparte donde la palabra “malandro” pareciera tener mucho de elegante; y el caos de tener dos historias tan distintas hasta llegar a fusionarlas, no porque él así se lo haya propuesto, sino porque prácticamente sus personajes se lo exigieron. 

Este ensayo no está exento de humor, pues al recordar su regreso a la selva –con la novela ya concluida- nos cuenta cómo tuvo que mentir al ejército peruano para poder hacerse de su ayuda y llegar a tan inhóspita región, al mismo ejército que él inmortalizara en su novela anterior, “La ciudad y los perros”; felizmente para él los del ejército destacados en esa zona no reconocieron al ex-alumno escritor al que pocos años antes le quemaran todos los ejemplares que pudieron. 



Esta conferencia no es solamente un apéndice de la obra sobre la que versa, cuenta con todos los ingredientes –humor, emoción, fastidio, estrés, desafío- para disfrutarla de un tirón. En sus 75 páginas viajamos con Vargas Llosa a Piura, a la selva peruana, a Europa y de nuevo a la selva; aunque he leído pocos ensayos, ninguno fue tan intenso como éste. El autor tiene el don de convertirla en una obra independiente, haciéndonos partícipes de sus recuerdos, enmarcados en su prosa, y que a su vez convierte en un goce mayor la lectura de “La casa verde”.

miércoles, 17 de abril de 2013

Las Moras Reserve Malbec 2011 / Día Mundial del Malbec 2013


Vinícola Finca las Moras 

Las Moras Reserve Malbec 2011

14 % Grad. Alc.

Valle de Zonda, San Juan, Argentina.


Desde la semana pasada aquí en Brasil se realizan diferentes eventos para celebrar el Día Mundial del Malbec (“Malbec World Day”, para los huachafos), y aunque las acciones oficiales -por así decir- se centran en São Paulo varias ciudades realizan eventos donde los vinos trabajados con esta cepa emblemática argentina reciben descuentos inusuales, fue así que nos hicimos de esta botella en la vinoteca de la importadora Decanter del centro de Curitiba, para festejar a nuestra manera, más acogedora y sencilla, esta fecha especial.

Esta línea Reserva de Finca Las Moras proveniente del Valle de Zonda en San Juan tiene una crianza en barricas de roble francés y americano por doce meses para luego pasar seis meses más en botella.

Lo más importante, el vino: de un rojo obscuro hacia el centro, incluso tirando para negro, con bordes violáceos brillantes, de capa media baja, forma lágrimas intensas. De aromas también intensos, la fruta resalta, las ciruelas negras maduras, en la segunda copa y en adelante suelta un aroma floral. En boca, las ciruelas y lo afrutado en sí es omnipresente sin llegar a empalagar, la madera es leve, la vainilla también, hay una sensación como de cuero crudo. De final medio y con un retrogusto como mentolado.

Esa sensación floral –casi una hora después de descorchado- fue toda una sorpresa, aroma delicado y envolvente. Ya esa sensación a cuero crudo artesanal me hizo recordar a las maletas, monturas y diversos productos que se producen en Catacaos donde trabajan el cuero crudo, donde ese olor caracteristico es tan fuerte que pareciera que se puede morder.

Armonizó bien nuestros pimientos rellenos (además de la carne molida aderezada con cebolla y ajo y salpimentada, lleva huevo cocido, pecanas, zanahoria, aceitunas todo bien picadito) con arroz.



A inicio de año encontré un Gran Shiraz de esta vinícola a una oferta que para los padrones brasileños era imperdible, pero por simple ignorancia absoluta acerca de esta vinícola no me hice de él, por supuesto una semana después no estaba más en el estante. Mi arrepentimiento es ahora mayor tras esta buena experiencia con este malbec de la línea reserva. 

martes, 9 de abril de 2013

La casa verde, Mario Vargas Llosa


Primera edición : 1966

Presente libro : Seix Barral, cuarta edición, 1967 


No terminaba de leer la primera página de esta obra y ya me estaba rascando. Como si al abrir el libro y adentrar en la historia ipso facto me tornaba inmune a las hordas de diferentes clases de mosquitos que habitan en la selva peruana, que se turnan para picarte teniendo hasta sus propios horarios. También me hizo recordar y sentir nuevamente ese particular y sofocante calor típico de esos lares, producto de que muchas veces el sol no llega a tierra por las frondosas copas de los enormes árboles y el agua de la lluvia empozada en el suelo se va evaporando bajo los pies creando ese ambiente cálido y húmedo a la vez dejando la piel pegajosa; la naturaleza invita a descubrirse –aunque se esté a más de 40º siempre es bueno estar con camisetas de mangas largas y nada de bermudas- y los mosquitos están ahí, eufóricos, rondando.

Me imaginaba a las madres de la Misión, todas europeísimas, muy blancas, blandiendo sus puños huesudos y pecosos ante cada atrocidad acometida por la gente que la apoyaba, en ese lugar donde parece que el tiempo se detuvo. Si alguna vez alguien estuvo recorriendo esos lugares le será más fácil imaginarse la selva donde Vargas Llosa ambienta gran parte de esta novela, porque muy probablemente no debe haber cambiado, hasta quizá, en este mismo momento sea igual a la descrita en esta obra, o a la de finales de los 90’s cuando yo enrumbaba hacia un caserío lejano por trece horas y media desde Nauta por el río Tigre, parte del Amazonas, y del Marañón, éste último por donde transitan los personajes de una parte de esta novela; es como penetrar en el ámbito de otra época. Pobreza extrema, donde muchas veces compatriotas de “ciudades civilizadas” llegan a esos recónditos lugares para aprovecharse de la ingenuidad y buena fe de otros compatriotas menos favorecidos; niños ventrudos, y aún así sonrientes.

Así también encuentro aquí el otro calor, el desértico, el piurano, con las tormentas de arena y el singular y rico vocabulario utilizado al norte peruano, más pausado, con el clásico “guá” al final de cada frase, y llamando de “churre” a los niños, y de “piajeno” (“pie ajeno”, porque los pobladores que utilizaban este animalito transportaban su carga y a ellos mismos “con otros pies”) al burro. Gente amable y muy receptiva que prácticamente te adoptan, como en esta obra a Anselmo, quien salió de la nada y se instaló allí, haciéndose de amigos, invitando cervezas y piscos, seduciendo a su público objetivo antes de construir en medio de ese desierto la enigmática Casa Verde.

Si bien en la historia desarrollada en Piura lo del acento es muy marcado en los personajes, no lo encuentro tanto en los trechos desarrollados en Santa María de Nieva, quizá porque la mayoría de personajes son foráneos, de otras ciudades peruanas, las madres europeas, y Fushía brasileño. Las jóvenes raptadas para “civilizarlas” imagino hacen suyo el acento de las tiernas –hasta cuando están enfadadas- monjitas, pues estaban acostumbradas a escucharlas, pero, ¿y los prácticos Aquilino y Adrián Nieves? ¿Y Lalita y su hijo Aquilino? El acento de estos cuatro personajes no es tan marcado, hasta pareciera nulo. Este es un detalle percibido ahora en esta relectura, ya que la primera vez que leí este libro todavía no había tenido esa aventura de viaje a la selva. Claro que ya sabía de la existencia de ese acento, motivo de injustas burlas en la capital, Lima, pero sólo tras ese viaje aquella fuerte y singular manera de hablar se me quedó grabada, y ahora no la encuentro en esos cuatro personajes, quizá en Jum, en su castellano atropellado y entrecortado, alternando escupitajos a cada sentencia para que los otros sepan que no miente -trechos muy divertidos-, pero no, Jum es un personaje que conoce algunas palabras del castellano pero no lo domina, y cuando se expresa en su lengua madre sólo sabemos a través de la traducción de otro personaje. Me parece que Vargas Llosa curiosamente no le imprimió a esos cuatro personajes aquel acento chicloso (ese término escuché que lo usaban unos mexicanos en Nagoya, y me gustó) con que cuentan las personas que nacen y viven en la selva.

Y ya que mencioné al brasileño Fushía, ése es para mí ”el personaje” de este libro. Si bien que los hay en todo Brasil, pero quizá más descendientes directos de japoneses y nipones mismos hay en mayor número en São Paulo; en Londrina, Paraná; y en Campo Grande, la capital de Mato Grosso do Sul, ciudad natal de este asombroso personaje que Vargas Llosa nos lo presenta decidido, traidor, aventurero, loco, inmortal, seco en el trato cuando ya hizo suyos a otros, pero engatusador cuando quiere envolverlos para un fin de su conveniencia, y con un final tan duro, reducido a un guiñapo, que llega ser hasta conmovedor. 


Edición brasileña actual, Alfaguara Brasil. 


Pero lo realmente asombroso en este libro no son solo los diversos personajes e historias que van viviendo, sino cómo nos lo presenta el autor. Como si teniendo la historia completa y lineal agarrara y separara varios capítulos “desordenándolos”, barajándolos como naipes, e insiriéndolos en diferentes tiempos de la historia, así, podemos leer el futuro de un hecho que podría ser –no lo fue- incomprensible de inicio, pero con el transcurrir de las páginas conoceremos el por qué de aquello encontrado en las páginas iniciales, como la historia de Lalita, de Bonifacia, de Lituma, de Anselmo. Esta particular y ambiciosa manera de estructurar la novela ya lo había encontrado en “La ciudad y los perros”, su primera novela, mas no recuerdo que alterne dos conversaciones en un mismo sub-capítulo sobre un mismo hecho pero con diferentes personajes:
- Mejor no hables de eso, hombre –dijo Aquilino-. Ya sé que te pones triste.
- Pero si empezó con eso, con no poderle a la Lalita –dijo Fushía-. Pero acaso no ves qué desgracia, Aquilino, qué cosa terrible.
- ¿No lo desperté, diga? Dijo Lalita con voz soñolienta.
- No, no me despertó –dijo Nieves-. Buenas noches. Mande no más.

(Página 154) 

La segunda conversación (cómo Adrián Nieves empieza a conectarse con Lalita, mujer de Fushía) trata de lo que se aqueja Fushía con Aquilino en la primera conversa. Puede parecer confuso pero no lo es. Y como si fuera poco alternar las conversas, los hechos, los tiempos de la historia, Vargas llosa también adjudica diferentes nombres a un mismo personaje en diversos tiempos de la historia, así, Bonifacia es también “La Selvática”; Lituma es también “El sargento”; Antonia es también “Toñita” –está es la más fácil de sacar-; Anselmo es también “El Arpista”-esta tampoco es difícil el percatarse-, y como la historia no es lineal de inicio parecen diferentes personajes. Algo que creo ya mencioné en la entrada de su primera novela, un detalle que puede pasar desapercibido: Vargas Llosa no llegaba a los treinta años al escribir esta novela y la anterior. No es poca cosa. 





Aunque mi primo y amigo Erick me presentara eufórico a Cortázar y a Ribeyro -y sin querer al vino, ya que hablar de Ribeyro era hablar de vino- fueron las obras de Vargas Llosa con las que me inicié, las que me abrieron un mundo nuevo, que me envolvían en una burbuja a la cual no ingresaban el volumen re-alto de la combi en que me transportaba, ni me afectaban sus frenadas salvajes y repentinas, ni el concierto de bocinazos que solo mi querida Lima sufre –imagino que hasta ahora-, o la aglomeración de gente estrujada viajando a mi alrededor. Sentado casi desde el paradero inicial desde el Rímac hasta San Borja, y viceversa, rezaba por que hubiera más tránsito para poder continuar leyendo. 

Así como la primera vez el verdadero gusto lo encontré no en la gran historia que nos cuenta, sino cómo lo hace. Ese complejo enmarañado en vez de alejar envuelve, y de inicio a fin. 

lunes, 8 de abril de 2013

Palo Alto Reserva 2010


Viña Palo Alto 

Palo Alto Reserva 2010

50% Cabernet Sauvignon – 30% Carmenere – 20% Shiraz

13,5% Grad. Alc.

Valle del Maule, Chile.


Ya habíamos visto los vinos de la Viña Palo Alto en alguna vinoteca, y aunque sabíamos que es una casa que tiene alguna relación con la gigante Viña Concha y Toro nunca nos habíamos animado a coger alguna botella y traerla a casa. Con estos vinos también hay el problema de la añada: buscaba un blanco o un rosé pero la cosecha del blanco de esta misma marca era del 2009, y lo ofrecían al mismo precio que este tinto que es del 2010, y mejor no arriesgar, ya pasaron cuatro años y probablemente aquel blanco joven ya fue, como decimos en Perú (en Brasil dicen: “já era..!”); así optamos por este tinto.

A la vista, de un lindo color morado, algo negro hacia el centro, de capa media, forma lágrimas de mediana intensidad. En nariz, ataca primero lo afrutado, moras, higos, sensaciones de mediana intensidad; luego hay algo de madera y también un toque especiado, sensaciones más leves. En boca, se refrenda las sensaciones afrutadas, los higos, las moras, también ese toque de madera omnipresente que no sobresale al resto de sensaciones, no afecta su elegante tanicidad; de una mediana corpulencia. De final mediano con retrogusto especiado, toques de pimienta, algo de chocolate también. 

Combinó bien con una parrillada, aquí llamada de churrasco, comida clásica en Brasil. Sin comida, solo o con piqueítos -cortamos un poco de queso- no estuvo mal, pero con la carne estuvo mucho mejor. No es de los que te pidan comida pero se apreció mejor con esta. 

Es mucho más intenso en boca que en nariz, aunque la fruta es lo que más recordamos –y valoramos-, esta no eclipsa otras sensaciones como lo especiado, la leve madera: todo este conjunto está en gran armonía. 

viernes, 5 de abril de 2013

Periquita Tinto 2010


José María Da Fonseca 

Periquita Tinto 2010

Castelão 74% - Trincadeira 14% - Aragonez 12%

13% Grad. Alc.

Azeitão, Península Setúbal, Portugal.


Esta cosecha 2010 trae una nueva etiqueta, y también un precio mayor: de los RS 22,90 (11,50 dólares aprox.) de antes ahora se encuentra por RS 27,50 (14 dólares aprox.). Lástima que la línea Reserva –de etiqueta negra- de ese clásico tinto portugués llegue a más del doble de ese precio, cuando por ese monto se encuentran mejores opciones argentinas y/o chilenas.

A la vista, de capa baja, translúcido, granate cardenal hacia el centro, ribetes violáceos, forma lágrimas muy pequeñas. En nariz, frutas rojas, frambuesas, fresas, toques de vainilla. En boca, muy leve; lo afrutado es una sensación discreta; de una rica y equilibrada acidez, de suave sensación tánica, también equilibrada; de final medio con retrogusto no tan leve –sin llegar a ser tan marcado- a café. 

Primero, antes de la comida resultó muy leve, sensación de vino aguado, ya con la comida -unas costillitas en olla a presión, con guarnición de arroz- mejoró, sin llegar a emocionar. Aun al precio que por aquí se ofrece sigue siendo de una buena rpc, un vinito honesto para cualquier momento.