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domingo, 28 de julio de 2013

Mi patria son mis zapatos



Zapatillas Adidas Gazelle Selección Peruana Mundial Argentina 1978 




Están mataditas, sí, lo admito. ¿Impresentables? Nunca. No tengo escarapela. La última que guardaba y usaba se perdió en la mudanza de apato en el 2006, pero un año después el destino hizo que me cruzara con toda la colección de selecciones a la que Adidas vestía en aquel lejano mundial.




Compré este par y por la casaca y la camiseta regreso, me dije, para que quince días después no encontrara nada, tan solo una japonesita muy amable y hasta compungida por mi aparente decepción, quien curvándose lo más que podía me comunicaba que habían cambiado de stock. 






Desde ese entonces su uso es muy limitado pues el temor a que se rasguen, se manchen, o se abran, es grande. También desde ese entonces, más que nunca, cuando las uso -sobre todo en el mes de julio- me digo: mi patria son mis zapatos. 


¡Felices Fiestas Patrias!


¡Feliz 28 de julio!

Esporão Branco Private Selection 2009



Herdade do Esporão

Esporão Private Selection Branco 2009

Semillón - Marsanne - Roussanne

14,5% Grad. Alc.

D.O.C. Alentejo, Portugal.


Cada vez nos tornamos más hinchas de los vinos de esta casa portuguesa los cuales están en nuestro top of mind –qué huachafo, pero suena bonito (*)- en cuanto a nuestras preferencias al momento de elegir un vino portugués: lo primero que hacemos al ver los vinos en los anaqueles con la banderita portuguesa es buscar los Esporão, y como siempre hay alguno y las experiencias siguen siendo buenas no le somos infieles, aunque sepamos que en vino hay que ser infiel.

Los elegantes diseños de las etiquetas no son novedad para esta casa y esta marca. El diseño de la serie a la que pertenece este ejemplar está a cargo de la artista plástica portuguesa Joana Vasconcelos. Éste en particular lleva el título de “Sucurí” y pueden ver la info’ y ampliar la fotografía AQUÍ.

Al vino, es de un color ámbar, color miel, brilloso, de una notoria densidad, lágrimas intensas. En nariz, lo primero a percibirse son notas minerales, herbáceas, como a pasto mojado recién cortado, luego lo afrutado aparece de una manera que se va intensificando: plátano, pera, sensaciones persistentes. En boca, de una rica densidad, aquí también lo mineral se percibe primero, lo afrutado después, se refrendan el plátano, las peras; hay un trazo de vainilla también, de buena acidez, hay algo como una sensación acaramelada. De final largo con retrogusto herbáceo y mineral.

Es un vino que llena la boca, de una rica densidad, parece que se pudiera masticar. Lo elegimos para armonizar el rissoto de Cris que ahora fue de salmón dorado previamente, y con una diferencia: alcaparras extranjeras, más grandes y menos saladas –incluso vienen con racimo- que las brasileñas, chiquitas y más saladitas. Ella se hizo de la receta de nuestra amiga Angélica, y le ha ido cambiando los ingredientes (requesón en vez de crema de leche) y ahora está más cremoso y algo más denso que la receta inicial: comida, vino y familia en perfecta armonía. Quien diga no me gustan vinos blancos puede reformular ese criterio luego de conocer un vinazo como éste. 



(*) : Por joda, broma, aunque muchas veces por costumbre, la mayoría de peruanos acostumbramos a terminar la frase con este monosílabo, quizá "resumir" la palabra "pues".  

miércoles, 24 de julio de 2013

Historia de una barrica / La batalla entre los libros, Jonathan Swift


Año de publicación : 1704

Títulos originales : A tale of a tub / A full and true account of the battel fougth laft friday between the Antient and the Modern books in St Jame’s Library


Editorial Labor, 1976

Colección Maldoror, libro 35

Traducción : M. Sol de Mora Charles


Encontrar un libro de Jonathan Swift (Dublin, 30 de noviembre de 1667 – 19 de octubre de 1745) que no sea su famoso “Los viajes de Gulliver” es ya para revisarlo y dedicarle un tiempo en la estantería de la librería, y más si es en español.

No sabía de la existencia de “Historia de una barrica”, y tras ojearlo encuentro también en el mismo ejemplar “La batalla entre los libros” que no es anunciada en la tapa, de la cual sí había escuchado alguna vez hablar a alguien acerca de este último título, acerca de una tremenda batalla entre fastuosos ejemplares, clásicos de aquella época –y de la actualidad-, y los más modernos títulos editados, también por aquel tiempo, teniendo como escenario una famosa biblioteca. Ese tipo de conversas que se daban en el Jr. Quilca acerca de autores y/o libros, las cuales yo no sabía si en realidad eran verdaderas o eran ficción pura del afiebrado interlocutor del momento, pero yo igual regresaba a casa apretado en la combi sin sombra de duda sobre su veracidad. 

En la primera obra “Historia de una barrica” Swift hace una tremenda sátira donde se mofa de la religión, el fanatismo por parte de sus miembros, la manera muchas veces absurda cómo tratan de imponer sus creencias, y sobre todo las bifurcaciones que estas tienen, abriendo paso a otras religiones y el constante roce entre sus representantes, deslizando que lo que en realidad se disputan es la división de poder, pues pareciera que su real motivación es la parte política y no menos la económica. Entonces Swift se inventa una historia sobre tres hermanos: Pedro, Juan y Martín, refiriéndose así en sentido figurativo al catolicismo (por Pedro, el pescador, considerado como el primer Papa), al calvinismo (por John Calvin, y la iglesia de Inglaterra), y al luteranismo (por Martín Lutero, los disidentes protestantes) respectivamente. Estos tres hermanos están ante el lecho de muerte de su padre (¿Dios?, no porque muera, sino porque se aleja dejándolos a su libre albedrío) quien les deja una levita a cada uno y su testamento (haciendo referencia al Nuevo Testamento) con instrucciones específicas a ser seguidas. Pero Pedro timará a sus otros dos hermanos, haciendo suyo y concentrando el mayor poder, subiéndosele a la cabeza unos aires de Dios, tornándose sibilino, volviéndose autoritario por creerse divino. Swift se burla de cosas tan básicas que hasta hace poco se mantenían: el lujo en las vestimentas, comidas y lugares a los que el papado está acostumbrado (últimamente el papa Francisco cambió en algo esos hábitos) totalmente innecesario, incentivando de manera indirecta a sus seguidores y fieles. Pedro ve su levita heredada y aunque es de excelente material la encuentra simple e inicia un cambio radical en sus vestimentas, comenzando por unas fastuosas hombreras que serán sólo el inicio de una moda digna de un lord y no de un representante de Dios en la tierra.

El autor también se mofa de la manera como es interpretada las escrituras, de cómo era prohibida la lectura de la Biblia si no pertenecías a un selecto grupo de personas eruditas, y plasma en los personajes de su peculiar historia diálogos tan absurdos impuestos como verdades absolutas.

Generalmente está escrito con una enorme sensualidad, siendo por muchos momentos hilarante, y no me explico cómo el autor murió en la tranquilidad de su vejez y no fue asesinado con antelación pues me imagino la de enemigos que se debe haber hecho. Swift no deja pasar la oportunidad y también ridiculiza a escritores que él considera menores, oradores, y a la gente común y corriente que fácilmente se deja influenciar hasta en su modo de vestir, y claro, a aquellos que tienen una frase de la Biblia lista para ser insertada en cada conversación del cotidiano, muchos de ellos llevando sus vidas no tan santamente. Si Swift viera todas las religiones brasileñas que hay en la actualidad, ofreciendo milagros por tv y exportando pastores a cada canto de este planeta –cuan jugadores de futbol- en pleno siglo XXI, sin duda tendría un vasto material por explotar.

El autor tiene una peculiar manera de escribir: muchas veces comienza una frase y cuando va a explicar el motivo la deja en puntos suspensivos, y, tras la coma, ya pasó a otro tema. Esta obra cuenta con varias de esas lagunas. El traductor nos indica que Swift finge una omisión en el manuscrito y se desconoce el real motivo. Se cree que pueda ser que no considere tener nada digno a escribir para ser leído, o por ser un asunto de poca relevancia, o simplemente una manera más de burla para atraer aún más la atención del lector.
Este es otro punto que debo resaltar. Al igual que en el anterior libro leído (“Corazón”, de Natsume Soseki), este ejemplar de la Editorial Labor se jacta de presentarnos un gran trabajo de traducción, pues quien se embarcó en esta encomiable empresa además del dominio del idioma inglés sabía y/o investigó sobre los temas que Swift trataba. A final de cada página casi todas están llenas de anotaciones ya que esta obra del escritor irlandés está plagada de segundos e incluso terceros sentidos, que a bien el traductor se detiene a explicar el motivo y/o posibles motivos de cada frase o palabra. Pero aun así, el traductor no esconde que para disfrutar de todo el placer de esta obra lo mejor es leerlo en su idioma original. Yo hago una salvedad: siempre y cuando el lector que se aventure a conocer esta obra en el idioma original tenga las anotaciones que él nos presenta aquí acerca de los dobles sentidos, referencias a fábulas e incluso algo de mitología, que aún en el original pasarían desapercibidos –de seguro para mí- pues los motivos de la sorna del autor muchas veces son temas de aquel momento, de su entorno, y de su cotidiano.






El verdadero título de la otra obra es “Un completo y verídico relato de la batalla librada el viernes pasado entre los libros antiguos y modernos en la biblioteca de Saint James”, título extenso para una obra mucho más corta que la anterior. 

En este relato satiriza un desencuentro entre Sir William Temple y Earl de Orrey (que estaban a favor de los autores clásicos), quienes a través de un ensayo del primero encontró una furibunda respuesta por parte de W. Wotton y el Dr. Bentley (que estaban a favor de los autores modernos, considerándose como presente los años finales del siglo XVII). Swift mete su cuchara –como decimos en Lima- en la discusión inventándose una tremenda batalla entre los libros clásicos y modernos, donde cada autor se coloca el yelmo y enfunda la cota de mallas y, blandiendo sus espadas y tras sus escudos se van ordenando estratégicamente prestos a derramar ríos de tinta para obtener y/o conservar los mejores lugares en los estantes de la famosa biblioteca. También está el riquísimo duelo verbal entre la araña y la abeja, discusión que se produce paralelamente a la batalla en sí en un alto rincón de la enorme habitación, donde la primera hace alarde de que el material utilizado para la realización de su brillante arquitectura proviene de ella misma mientras la abeja necesita experimentar primero varias fuentes para recién poder llegar a crear algo, ya la abeja le retruca con acierto y elegancia haciéndole ver que aquello no es del todo cierto, que ella también necesita una pequeña ayuda del exterior, de los otros seres que ella va eliminando. Es una discusión ardua pero muy elegante, diría que hay hasta un falso respeto -algo así como modales- de una hacia la otra pero no esconden el odio que se tienen. Swift utiliza con maestría las metáforas para alcanzar con 
su feroz crítica a quienes tiene en su mira. 

Aunque "La batalla..." es la sátira más corta es también la que más disfruté, por las ricas conversas “entre los enemigos” al defender sus pasiones lacrimosas y también algo de sus pequeñas miserables vanidades; las estrategias utilizadas: quiénes estarían al mando de cada legión y por qué; todo me hace alucinar como en las mejores películas épicas tipo “Braveheart” o “Troya”, por citar dos, pero teniendo a los libros y sus autores como los valientes guerreros de esta ecuménica batalla.

Inicié la lectura directa de ambas obras dejando al final la nota de la edición de parte del traductor, la “Apología del autor”; la dedicatoria del librero a Lord Sommers, y otra dedicatoria del mismo librero dirigida al lector, y, finalmente, el prefacio del autor. Se me hizo imposible leerlas antes de las obras en sí.

Ambos son sus primeros escritos (de 1697, pero recién publicados en 1704), que conservan ese ímpetu y braveza de su juventud, donde no hay cabida al temor a errar, defendiendo pasionalmente el lado donde se siente al que pertenece, y a quienes lo representan, y dejando dos sendos relatos que son sus armas para criticar. Este libro es definitivamente un pequeño lujo. 

domingo, 21 de julio de 2013

Latitud 33 Cabernet Sauvignon 2011




Bodegas Chandon

Latitud 33 Cabernet Sauvignon 2011

14% Grad. Alc.

Valle de Uco, Mendoza, Argentina


Hoy C preparó una salsa roja con cebolla y diversos tipos de salchichas para comerlas con pan, para acompañar esta merienda –y la conversa- abrimos este popular tinto argentino. Popular no por el precio –estamos en Brasil- sino porque cuenta con una amplia distribución de sus tintos, ya de sus blancos sólo hemos visto un chardonnay y en un solo lugar.

A la vista, es oscuro hacia el centro, con bordes violáceos ligeramente ocres, densidad mediana, libera intensas lágrimas. En nariz, la sensación afrutada es ligera, frutos rojos, parece cerezas, luego hay trazos de vainilla y un tostado algo más notorio. En boca, de una corpulencia mediana pero lejos de llenar la boca; se refrendan las sensaciones tostadas, lo afrutado está presente en menor intensidad, la vainilla aquí también es leve; algo de madera, nada que incomode. De final mediano, con retrogusto a pimentón, con un rico y leve amargor. 


Aunque es un vino joven lo encontramos muy convincente para el rango de vinos que se ofrecen a ese precio: RS 26 (13 dólares). Hacía tiempo que queríamos experimentar esta marca que la vemos por todos lados, y aunque las añadas 2012 son las que predominan encontramos este 2011 y nos arriesgamos. No será memorable pero acompaña bien la comida y no decepciona.

sábado, 20 de julio de 2013

Yealands Way, Premium Selection, Sauvignon Blanc 2011


Yealands Estate

Yealands Way, Premium Selection, Sauvignon Blanc 2011

13% Grad. Alc.

Marlborough, Nueva Zelandia. 




Hacía tiempo estaba curioso ante unos vinos neozelandeses que se ofrecen por aquí en la ciudad. El problema –para mí-, como en vinos de otros productores y países eran las añadas algo lejanas, hasta que encontré este 2011 de la cepa sauvignon blanc. 

Aunque desde hace un tiempo armonizamos nuestro cebiche también con torrontés (argentino), y en algunas oportunidades con asirtiko (griego), por lo general lo acompañamos con sauvignon blanc (chileno), hoy fue neozelandés, el cual se convierte en nuestro primer vino de aquel lejano país.

¿Se aprecia aquel diseño chiquito de Carbón Zero a la derecha de la etiqueta? Es la certificación con la que cuentan por la producción sustentable, la que incluye la utilización de energía eólica y solar, además de reciclar papel para la creación de sus etiquetas. ¡Buena! Eco friendly, como gusta decir Marilú, una buena amiga en Lima.

Al vino: es de un amarillo bien pálido, leve, con tonalidad verde limón, denota poca corpulencia, lágrimas medianas de poca persistencia. En nariz, las notas herbales son las primeras que aparecen: desde hortelã (creo que es hortelana, en castellano, aquí hay bastante esa plantita que es parecida a la menta) hasta pasto mojado: es muy notorio, muy persistente; hay también esa sensación fuerte, algo amarga, de cuando abres un frasco de pepinillos en conserva: eso no es muy agradable, pero también hay algo como a brisa marina luego, ahí mezclado, tornándose rico; lo afrutado tiene a las notas cítricas en destaque aunque es una sensación leve, como un leve amargor de una cáscara de limón. En boca, se refrenda las notas herbales en destaque, las afrutadas vienen después siendo estas leves; es de una marcada acidez; de una corpulencia leve. De final mediano a largo, con retrogusto algo mentolado.
Primero sin comida, mientras armaba el cebiche: minutos después de ser servido el vino C me dice: é muito verde, algo forte, y sí, es un vino con una fuerte personalidad, me gustó su frase: “muy verde”, y es que en la fase olfativa sorprendió por lo inesperado que fue, pero en la fase gustativa con su acidez a flor de piel y las notas herbales predominando la percepción no es de las mejores. 

Después con comida: hasta aquí ya había pasado algo más de cuarenta minutos y ese torbellino verde bajó. Con los trozos de pescado y los aros de calamar mejoró considerablemente la percepción. Un cebiche armoniza mejor con un vino de marcada acidez, y éste es de aquellos.

Sin embargo, tras esta experiencia C extrañó un sb chileno o un torro’ argento; a mí me hizo recordar los campos de las peli’s del Señor de los Anillos, donde atrás de alguna colina se divisaba el mar; sí, a mí me agradó, pero ojo, ya con la comida en la mesa. 

Hay un par de varietales más que ofrecen, un pinot noir y un riesling, creo: la curiosidad está latente por ellos. 

lunes, 15 de julio de 2013

Corazón, Natsume Soseki



Título original : こころ (Kokoro)

Año de publicación : 1914

Título en portugués : Coração

Presente edición : Editora Globo, 2008

Traducción : Junko Ota


Comenzar a conocer la obra de Natsume Kinnosuke 夏目 漱石 (1867 – 1916) era una de las varias deudas que me tenía pendiente con respecto a libros para este año, por saber que es uno de los principales escritores nipones de todos los tiempos, y ya que doy  prioridad a la literatura japonesa –como a la peruana y a la brasileña- no podía dejar pasar más tiempo en hacerme de alguna obra suya. En castellano es casi –el “casi” está porque nunca se sabe- imposible encontrar algún ejemplar, e incluso en portugués no es tan fácil la tarea: hasta donde sé hay solo dos obras editadas de él aquí en Brasil.

Esta obra es considerada como la principal de toda su bibliografía, escrita dos años después de la muerte del Emperador Meiji y dos años antes de la muerte del escritor. Está primero la historia del joven narrador con su admirado profesor, quien junto a su esposa vive de una manera aislada, triste, apesadumbrado, inclusive pareciera aburrido consigo mismo, hecho que ni el estudiante ni la mujer del profesor entienden realmente del por qué. El joven lo interrogará sobre el particular estilo de vida y su marcada misoginia, pero tendrá que alejarse y regresar al hogar para cuidar de su padre enfermo. Y durante ese alejamiento recibirá una extensa y sincera misiva donde el profesor le responderá, y aunque la curiosidad del estudiante –y mía como lector- sea tan grande nunca esperaría(mos) que su profesor fuese capaz de actuar de la manera que es confesada en la carta, tan franca y directa. Ahí ingresamos a otra historia, a la juventud de aquel profesor, a conocer el motivo de su desánimo por la vida en el presente, podemos apreciar cómo pensaba de joven y cómo en la actualidad él ve esos pensamientos y decisiones. Perteneciente a una familia acomodada aquel joven –futuro profesor- se muda a Tokio a estudiar alojándose en una pensión donde conocerá el amor y la pasión por una bella joven, hija de la mujer dueña de la casa donde se aloja. Sus dudas y timidez, el no saber cómo actuar ante una mujer alternan con la sincera amistad ofrecida a K, su rebelde amigo, quien anda sin rumbo ante la vida, engañando a su familia adoptiva y desperdiciando una gran oportunidad de adquirir una buena educación.

Es una trama muy psicológica donde Soseki tiene la virtud de hacer ingresar al lector al alma de los personajes; podemos conocer los más recónditos pensamientos y tribulaciones que los aquejan y, cuando se siente que la honra es maculada llegan a motivar a tomar decisiones tan duras que –quizá- solo un japonés baraja como opción. Aquel joven profesor es un signo de interrogación andante, y es por eso que en el presente –en la primera parte de la novela- la empatía con nuestro narrador es grande, por hacerle recordar a él mismo en su juventud; K, el amigo del joven profesor, ante los problemas que le vienen por su modo de actuar llega a recluirse y pareciera tener menos presencia que un espectro; la dueña de la pensión es calma y sabia en sus decisiones; y su hija es sumisa ante lo que el futuro le tiene preparado, pero en todos ellos -aunque inicialmente diferentes- se percibe el adn japonés, esa predisposición por pensar en el bienestar del prójimo anteponiéndolo inclusive al suyo propio.

Aquí muchas veces los silencios de los personajes en diferentes momentos dicen tanto como las palabras, desde una pregunta no respondida, un susurro de conversación escuchado y no entendido tras las paredes de papel y puertas corredizas, hasta un quite de mirada llegan a ser tan frías y hieren, porque invitan a la duda instalarse en la mente de los personajes.






Hasta el 2005 era todavía común llevar varios Sosekis en la billetera, y es que esta obra en particular es considerada en Japón de la misma manera como los latinoamericanos consideramos El Quijote, el Martín Fierro, Pedro Párramo, Cien años de soledad, y los peruanos añadimos a este grupo las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma, quizá porque está ambientada en tiempos de grandes cambios en la isla, pero no en la actitud de la gran mayoría de su gente, que inclusive poco más de un siglo después se mantiene intacta: son muy complejos e introspectivos pero siempre al final priorizan el honor y la severidad consigo mismos; no hay otra posibilidad, les viene en los genes. 

La presente edición de la Editora Globo es muy cuidada, desde los mínimos detalles –hojas, tapas-, hasta lo más importante, la traducción, empresa que estuvo a cargo de Junko Ota. Debería ser común mencionarlos –a los traductores- pues gracias a ellos podemos disfrutar la mayoría de libros que devoramos, pero quería hacer una mención especial en este caso pues aunque haya visto algún original en japonés nunca entendí ni papa; aquí el portugués encontrado en la presente traducción me resultó muy hermoso, transmitiendo toda la posible y singular elegancia de la escrita original del autor. Imaginaba cómo debió cuidar la traductora en encontrar las palabras más apropiadas para presentarnos esta importante obra. Esto me hace repensar en leer -pero en castellano- en un futuro “El complejo de Di” del escritor chino Dai Sijie, quién sabe si la traducción al portugués haya tenido algo que ver con la falta de alma y la desazón encontrada en aquella obra.

Como si fuera poco esta edición trae un bello y completo prefacio titulado “O fluir na pedra, o pesar na água” (“El fluir en la piedra, lo pesado en el agua”, en una rudimentaria traducción libre) del profesor Roberto Kazuo Yokota, lleno de rica información al respecto de su autor y la elección de su pseudónimo. Así se puede conocer cómo el autor de la presente obra influenció a escritores de la talla de Ryonosuke Akutagawa y Kenzaburo Oe, entre muchos otros. El joven y todavía Natsume Kinnosuke era muy interesado por la poesía haiku, renku y haitaishi, que en plena era Meiji era totalmente despreciada por ser consideradas anacrónicas y retrógradas. Ya en la universidad conoce los clásicos europeos y centra su atención en la literatura inconformista del siglo XIX. En 1900, a los treinta y tres años es becado por el Ministerio de Educación y viaja a Londres para estudiar Literatura y Educación en Lengua Inglesa, pero su experiencia europea es traumática, apartándose del mundo y viviendo encerrado en su habitación, aprovechando el tiempo se refugia en libros. Al parecer la intención de las autoridades japonesas era absorber en Kinnosuke toda la modernidad europea y llevarla a Japón, pero esta iniciativa tuvo un efecto contrario, enraizándose en él un fuerte nacionalismo y una visión crítica de lo que en aquel entonces era considerado de modernidad. Estas duras vivencias son vertidas en su segunda obra “La torre de Londres” de 1905. Regresa a Tokio en 1903 retomando su puesto de profesor en Lengua Inglesa en la Universidad Imperial de Tokio, pero también comienza su carrera literaria. Su primera obra es “Yo soy un gato” (es la otra obra que he visto en estantes curitibanos) también de 1905, y es ahí donde se apropia del pseudónimo Soseki con el cual lo conocemos hasta nuestros días.

Este término deriva del “Soseki Chinryu” que significa algo así como “lavarse la boca con piedra, hacer del agua tu almohada”, frase que a su vez proviene del antiguo proverbio chino “lavar la boca en el río, tener una piedra como almohada” que significa el dejar la ciudad e irse a vivir al campo, rodeado por la naturaleza. Kinnosuke, que había regresado de Londres ensalzando aún más sus costumbres y cerrándose a la modernidad, veía a su isla a inicios del siglo XX en plena modernización y en vías de industrialización, con nuevos medios de transporte y una acelerada urbanización que arrasaba rápidamente el mundo del campo y la naturaleza, es en éste contexto –y a contramano-, en su irreconocible país que decide cambiar de nombre. Soseki puede ser traducido como “obstinación”, en la actualidad como “obstáculo” o “estorbo”.

Si Akutagawa, Oe, Mishima, y Kawabata nos parecen enormes a los que tenemos la suerte de conocer parte de su obra, Natsume Soseki se devela como el sol sobre el que aquellos planetas giran.

domingo, 14 de julio de 2013

Amalaya Blanco 2012


Bodega Amalaya

Amalaya 2012

85% Torrontés, 15% Riesling

13,5% Grad. Alc.

Valle Calchaquí, Cafayate, Salta, Argentina.


Todavía recordamos los gratos momentos vividos por la visita el año pasado de unos amigos de São Paulo que se quedaron en casa un tiempo, y fue cuando abrimos este blanco –pero añada 2011- para acompañar un cebiche: a ellos les encantó este vino tanto como a nosotros, así que este 2012 ya estábamos por abrirlo desde hace algunos meses.

Al vino: es de un amarillo leve algo verdoso, denota una leve densidad, forma lágrimas medianas de poca persistencia. En nariz, manzanas, y también un toque mineral, sensaciones de buena persistencia. En boca, las manzanas nuevamente, así como la sensación mineral, pero esta última sensación es más notoria, es muy fresco; hay también notas herbales y florales. De final medio, con un retrogusto algo mentolado.

Este de entrada gustó a ambos más que el del año pasado, y eso que aquel no estuvo nada mal, pero éste llega a ser todavía más fresco, pareciera que el aporte de riesling fuese mayor. Pero luego, hay un momento –en la segunda copa de ella- en que el punto de dulzor pareciera más notorio, sin llegar a ser nada exagerado: a C le encantó, a mí no me incomodó, lo disfruté bastante. Hoy acompañó un risotto de pollo con tomate seco y hierbas. A los amigos que están lejos: ¡salud por ellos! 

domingo, 7 de julio de 2013

Terrunyo Cabernet Sauvignon 2008




Viña Concha y Toro

Terrunyo Cabernet Sauvignon 2008

95,5% Cabernet Sauvignon – 4,5% Cabernet Franc

Viñedo Pirque Viejo

14,5% Grad. Alc.

D.O. Pirque, Cuartel Las Terrazas, Valle Del Maipo, Chile.



Hoy un tinto chileno nos acompaña a la mesa, ¡y qué tinto! Un Terrunyo es de aquellos vinos que desde antes del descorche ya hay gran expectativa por imaginar la gran experiencia que de seguro nos brindará; en esta ocasión no fue diferente.

A la vista, es de un profundo rojo, algo negro hacia el centro, capa alta, lágrimas muy intensas y persistentes. En nariz, frutos negros, también cerezas, un toque leve de especiado también. La sensación aromática es también muy intensa y persistente. En boca, es de una alta densidad muy rica en esta fase; la madera es tan leve, casi un trazo; sus taninos son potentes pero derrochan elegancia; de final largo con retrogusto afrutado.

Es una explosión de fruta, sin llegar a eclipsar otras sensaciones. Ese cachito de cabernet franc debe ser el culpable de tanta elegancia. Armonizó bien nuestro lomito saltado. Y a US$ 27, casi RS 60. Lamentablemente en Brasil es vendido a algo más del triple, por eso imposible adquirirlo acá. Un vino que pase los US$ 20 afuera difícilmente decepcionará, pero éste más que agradar encanta: aquí no hay amor, hay pasión pura. ¡Vinazo!

miércoles, 3 de julio de 2013

Misterios de Curitiba, Dalton Trevisan


Año de publicación : 1968

Presente edición : Editora Record, 1979 



El año pasado, un mes después de haber leído su primer libro de relatos “Novelas nada ejemplares” el escritor curitibano Dalton Trevisan se alzó con el prestigioso Premio Camões 2012, el más importante galardón en lengua portuguesa, y él por supuesto no acudió a la ceremonia de entrega, manteniendo firme su convicción a mantenerse alejado de cualquier aparición en público. 

Acabó de cumplir 88 años de edad a mediados de junio pasado y sigue entregando un libro –siempre de cuentos- por año a su editora. Lo bacán es que aquí en Curitiba la prensa no lo incomoda, parece no perseguirlo, ni aún con la tremenda noticia de aquel premio, al que le siguió meses después el Prêmio Machado De Assis 2012 por parte de sus compatriotas. Si bien hay una fotografía circulando por ahí de un viejito cargando una bolsa de libros y otra de frutas, la mayoría de curitibanos –y los que no somos, pero nos sentimos un poquito- parece respetar esa opción suya al silencio y a las sombras publicitarias. No es difícil saber cuáles son los lugares que frecuenta, pero felizmente sólo hay una fotografía reciente de él y capturada sin que él supiese. En vez de molestarlo hay que respetar su deseo, aunque sería bueno hacerle saber lo agradecidos que estamos por continuar produciendo. Rubem Fonseca, Lygia Fagundes Telles –me debo libros de ella-, y Dalton Trevisan son quizá los mayores escritores brasileños vivos, y de ellos tres probablemente sólo el primero tenga un reconocimiento en países de habla no portuguesa, con respectivas traducciones para que el público de otros lares puedan conocerlos. Para nuestro caso, los hispanohablantes nos los perdemos. 

En este libro de relatos hay más realidad pura y cruda de una Curitiba en que quizá los medios cambien pero no ciertas costumbres. 

Pero también encuentro un punto diferente en este libro: “Em busca de Curitiba perdida” es un relato melancólico y muy poético mostrándonos todo su amor por esta particular ciudad a través de una bella prosa; es toda una declaración de amor. De la misma manera en “Modinha” rememora costumbres de la vida en Lapa, municipio vecino de la capital curitibana, también un relato melancólico, con mucho garbo, y trazos poéticos. 

Lleno de ironía es el cuento “O duelo” (“El duelo”) donde una familia se muda a un antiguo caserón lleno de gatos, animales que el padre de esta familia detesta; olvidando aquello de que los gatos tienen siete vidas su crueldad para con ellos tendrá un inesperado desenlace. 

En “A comadre” (“La comadre”), la del título insistirá en hacer entrar al compadre a la casa en ausencia del marido, y luego al cuarto, y aunque él inicialmente se resista accederá quizá por la coquetería y belleza de la mujer. Un ruido en la puerta interrumpirá sus caricias. 

“Pedro” y “Cem contos” (“Cien duros”, en Perú podría ser “Cien lucas”) tienen una estructura diferente: el primero es la carta pura y sincera de una mala mujer –que las hay- en su último intento por regresar al lado de su ex al que abandonó por otro que acabó maltratándola físicamente. El segundo también está formulado a manera de una carta donde la remitente expresa toda su desilusión llegando a humillarse exigiendo el monto del título para que al final, con las seis últimas palabras se contradiga totalmente. Esta especie de doble juego es una característica en los personajes del vampiro Trevisan, algunos parecen rayar en la inocencia pero siempre dejando una pequeña entrada de luz como para saber qué puede pasar, y es donde su curiosidad les hace pagar un alto precio, como en la adolescente y su madre de “Minha perdición” (“Mi perdición”) donde ambas no desconfiarán del enfermero que le aplicará una inyección –y algo más- a la joven quien rememora y cavila al respecto de ese incidente traumático. Pero basta conocer a la gente que se encuentra en esta capital y, en la misma actualidad, no es difícil encontrarlos: gente humilde y sincera llegada del interior del Paraná y de otros estados que pagan su derecho a piso con los recorridos capitalinos. Esa inocencia primaria –estupidez se diría desde otra orilla- también está presente en “Abigaíl”, donde la del título a pesar de que es golpeada constantemente valora los efímeros momentos de cariño que recibe de su marido, diría que hasta espera el cambio, hecho que llega de una manera que ella nunca esperó, aunque quizá su entorno sí; lo interesante aquí también es desde dónde nos narra su historia. 





Trevisan también le entra a lo misterioso y fantástico, y de qué manera, “O besouro” (“El escarabajo”) es prueba de ello. Lúcia encuentra una mañana un escarabajo negro bien aferrado a la comisura de sus labios, y sentirá cómo le va sorbiendo la sangre, la vida, la razón. Cuando todos de su familia la creen loca, otro de los integrantes de su familia creerá de una manera abrupta finalmente en ella.

Lo trágico también es un tema del que se nutre mucho de estos relatos, como en “Naquela manha” (“En aquella mañana”) una vecina se deparará con un triste escenario al ingresar a la casa de su amiga. El relato es corto, pero es lo suficientemente detallado para transmitir toda la dureza de un escenario donde la fatalidad campea, más cuando había niños ahí.

No sétimo dia” (“Al séptimo día”) nos presenta el desespero de un recién casado que no puede cumplir sus obligaciones maritales. Toda la preocupación del tipo, de buena familia, nos es presentada hasta que él tome una drástica decisión; el final tras ese hecho es para reír de aquella tragedia. 

Son cuarenta y nueve relatos cortos llenos de tragedia, fatalismo, violencia, abuso, donde quizá sólo la propia realidad los supere. Salvo en los de trazo poético donde rememora algún lugar, en el resto lo que más llama la atención es lo que no está escrito, los silencios que hieren como cuchillos, que dejan imaginar al lector qué pasará ahora, abriéndose a un sinfín de posibles caminos, todos muy válidos. Dalton Trevisan es, qué duda cabe, un maestro del cuento corto, y un escritor que merece más traducciones y publicaciones, por lo menos al español e inglés.

Abigaíl

Mi nombre es Abigaíl. Desde hace un tiempo que no vivía bien con mi hombre. Él llegaba de sombrero medio de lado, escarbando con un palito entre los dientes, sin quitarme la mirada; y yo debatiéndome con la cocina o con los niños, esos angelitos que ese bandido dice que no son sus hijos. Al principio, primero discutía antes de golpearme, últimamente recibía las zurras sin ninguna conversa. ¡Me vas a matar, por Dios..!, gritaba al mundo. El bruto ni pestañeaba, recibía cada puñete que quedé con un ojo morado y con marcas por todo el cuerpo. Pero después de todo no era tan malo así, después de la zurra él me ponía entre sus brazos. Me decía que yo era su negrita, por causa de mi cabello bien negro. Con el pasar de los años comenzó a quejarse de dolor en la espalda, él, amasador de barro en la ladrillera. Cada vez que le pedía dinero para disimular el hambre de los angelitos él botaba espuma por la boca de tanta rabia, tiraba el plato de comida al piso, hasta llegó a rasgar la ropa que lavo para los vecinos.

La última vez salió y no regresó por tres días. Berreaba que su casa parecía un hospicio, y bebía con esas indecentes del 111. Hice mi maleta y le mandé avisar. A la hora del almuerzo él apareció; no quisiera recordar. Estaba en la ventana, entré para peinarme. De espaldas a la puerta podía ver lo que pasaba atrás mío por el espejo. Llegó arrastrando el pie por su dolor en la cadera y se recostó en la pared, siempre con el sombrero de paja de medio lado. Me voltee despacio, esperando la zurra. Con la mano en el bolsillo él sólo me miraba, con una cara amorosa, porque ese hombre siempre fue loco por mí, como si estuviese queriéndome en ese instante, encontrándome bonita. Se fue acercando con esa mano en el bolsillo, y desconfié de sus intenciones. ¡Leandro!, le grité. Ya era tarde, él tenía el puñal en la mano. Me cortó la cara, los pechos, los brazos, tirada en el piso yo pedía ¡Virgen santa…, sálvame!, porque iba a morir en esa hora.
Entonces, él me besó las cinco heridas del cuerpo. No tenía aliento a cachaza; no necesitó de bebida para asesinarme. Leandro huyó, dejándome, pobre de mí, sola en el mundo, con su tristeza.

lunes, 1 de julio de 2013

Viña Salort Merlot Roble Reserva 2010


Grupo Traversa

Viña Salort Merlot Roble Reserva 2010

13,5% Grad. Alc.

Montevideo, Uruguay.


Ha pasado mucho tiempo desde que un vino uruguayo no nos acompañaba en la mesa y justo a inicio de la semana que pasó, aquel lluvioso lunes, nos deparamos con las “nuevas” añadas de un tannat y éste merlot, así que se vinieron con nosotros.

A la vista, de capa baja, translúcido, lágrimas medianas, de un rojo vivo algo tirado para ocre. En nariz, vainilla, madera, clavo de olor, frutos rojos y negros maduros como de mermelada, aromas de buena persistencia. En boca, es liviano, de poca corpulencia, vainilla y madera se refrendan, algo cálido, con esa sensación algo dulzona, algo amelcochada, algo meloso, las sensaciones tostadas se perciben algo elevadas, algo de más, De final mediano, retrogusto afrutado.

Es un vino suave, -claro, es un merlot- que escogimos para acompañar nuestro ají de gallina –de pollo- que normalmente lo armonizamos con algún pinot noir pero la suvidad y elegancia del merlot también lo acompaña bien, sólo que en este caso a Cris le incomodó esa sensación a más de tostado; a mí no. Mejoró con la comida, ya en la previa, mientras cocinábamos, aquella sensación incómoda es más perceptible. Yo lo considero un vino honesto, Cris no haría una re-compra. Acompañó bien la comida pero a no ser por dejar esta constancia de haberlo 
bebido -en una noche inolvidable para Cris porque su selección corrió, mordió, goleó, y jugó bonito, como la selección del '82-  lo olvidaríamos rápidamente. 



Cris  P.D: Cadê a fúria?