Mi idea of fun, 1993
Minha idéia da diversão,
Geração Editorial, 2002
Traducción : Eliana
Sabino
Confieso que tras la lectura
de Cock & Bull guardaba cierta
expectativa por iniciar otra obra de Will Self, y aunque tenía ya en mi poder “Grandes simios” quería primero encontrar
la obra de la presente entrada, pues ya la había visto por ahí, para así ir
conociendo al autor en orden cronológico, dentro de lo que se puede, de lo que
de él haya traducido.
En “Mi idea de la diversión”
Self nos presenta a Ian Wharton, joven y hábil ejecutivo marketero que desde
muy chico irá aprendiendo a desarrollar su memoria eidética con la ayuda del
Sr. Broadhurst o Samuel Northcliffe como se hará llamar después –Ian lo llama “El Controlador Gordo”-, así, el bueno de
Ian se mueve en dos mundos paralelos, el real y el de la fantasía, llamado éste
último de “Tierra de las anécdotas
infantiles” al que es inducido por el psiquiatra Hieronymus Gyggle o
simplemente Dr. Giggle -nombre que me hace recordar a una película gore de inicio
de los 90’s-. Mientras Ian se cree un tipo normal, con un gran empleo, y con su
linda esposa Jane Carter, son aquellas sesiones las que le harán recordar todo
lo animal que fue, y es: autor de actos que supera todo límite, como decepar a
un mendigo para luego violarlo –no sé si
ese término sea correcto- por el orificio del cuello, hecho que es detallado al
mínimo, y esa situación llega a ser “suave”
comparada con lo que le espera a su mujer embarazada de ocho meses al final de
la historia.
La novela está dividida en
dos partes, la primera está escrita en primera persona y llamada tal cual “Primera Persona” donde Ian es nuestro
narrador. Ya a la mitad de la trama, llamada de “Tercera Persona” es un narrador omnisciente el que se encarga de
guiarnos. Esta segunda parte es más densa y pesada pues los “viajes” a los que que Ian es inducido se
presta para todo: “Alicia en el país de
las maravillas” se queda corto ante tanta fantasía, aunque francamente aquí por muchos momentos
aburre.
Hay referencia a “Confesiones de un comedor de opio” de
Thomas de Quincey, que pareciera ser el libro de cabecera del autor; se nota
que Self admira esa obra, ¿y quién no? Si has visto “Fear and loathing in Las Vegas”
y te gustó, puedes llegar a disfrutar tanto dislate aquí reunido, aunque es
verdad que hay varios momentos en que dan ganas de tirar el libro a un lado. El
personaje del Controlador Gordo, en quien Ian se refleja ante la total ausencia
de su padre, es misterioso y muy atractivo: es elegante, culto, sereno, mordaz,
decidido, pareciera que inmortal, y un grandísimo hijo de puta, todo lo que Ian
no es en su presente, o sea, pareciera ser el Tyler Durden –el personaje de
Brad Pitt en “Fight Club”- de Ian
pero en grotesco, aunque esta posibilidad del alter ego queda en el aire, como muchas cosas en la historia. El
narrador de la segunda parte del libro parece ser el mismo Ian recordando desde
un futuro y narrándolo en tercera persona. Puede ser. En Perú ya tuvimos un
presidente –el presidente Alejandro Toledo- al que le encantaba hablar en
tercera persona, incluyéndose, como un personaje más en su parlamento, así que esa
posibilidad no la descarto.
Es un hecho que esta novela
es algo totalmente diferente a lo que suele editarse, aunque reconozco también lo
largo que se te hace terminarla. Pensaba: o lo amas o lo odias, aunque yo me
ubico al medio, no rechazaría otra obra de este autor, aunque sea más fácil el
hacerlo después de soplarte la segunda mitad de este libro. Yo le encuentro en esa
forma irreverente de escribir una fortaleza, un diferencial que no hay así no
más por ahí. En este caso en particular sus divagues se extienden y a veces
mucho, pero cuando por momentos empieza a tornarse soporífero –y pareciera que
fuese adrede, que el autor te quiere llevar a ese estado, para luego ¡Paf!,
regresarte a la trama- hay un giro repentino que te devuelve a la acción, pero
está más lograda en la primera parte que en la segunda. Es como la vida real,
no a todo momento estás feliz o triste, aquí lo personajes entran a esos
momentos de inercia para luego llegar a un límite, en esta novela muchas veces
desbordarlo.
Muchas cosas quedan en el
aire, no sabes si Ian en realidad es un psicópata; si El Controlador Gordo
existe; y si existe, si es inmortal; si el mundo real no lo es, siendo tan solo
un sueño de ser “normal”, etc. Y eso es lo bacán de esta obra –salvo hacia el
final- que te deja las posibilidades abiertas a nuestra interpretación.
No creo que sea el libro más
indicado para iniciar con este autor, pero, si enganchas con alguna otra obra
de él –en mi caso fue “Cock & Bull”-,
esta se hace más digerible. Valoro su sinceridad para escribir, más que una
sacudida quiere aturdir, y lo consigue, pero como ya mencioné, se extiende en demasía hacia la
segunda mitad del libro perdiendo el ritmo inicial. Igual no deja de ser una interesante
historia de un aún más interesante escritor.
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